Hace un par de años escribí un texto que proponía un ejercicio filosófico a partir de una situación hipotética con circunstancias hipotéticas. Lo hice porque necesitaba respuestas en un mundo en el que nos gusta tomar bandos y buscar culpables, hoy redoblo la apuesta con una versión distinta del ejercicio, la cual se me ha dado por llamar la balada de los antihéroes y pronto van a saber porque.
Tenemos dos individuos llamados C y D individuos imaginarios pero factibles en esta sociedad.
Historia de C
C nació en un hogar de muy bajos recursos, su madre lo abandonó a los pocos años de nacer y su padre vivió sumido en una profunda depresión, depresión que incrementó aún más la pobreza material en su hogar. C tiene pocos recuerdos de su padre levantado de la cama y sin olor a vino, lo que llevó a formar la idea de que su padre era un hombre débil y estúpido. Consecuentemente a su realidad familiar, y no teniendo hermanos de quien cuidar, C creció siendo muy independiente, nunca le faltó el ingenio para encontrar la forma de sobrevivir y esta habilidad le resultó muy útil para proveerse pequeños gustos y lujos a los que de otra manera le hubiese sido imposible acceder.
Siempre fue muy consciente de que era especial, en una ocasión iba caminando por la calle y escucho la conversación de dos ancianos en un bar en el que uno le decía al otro que sabía leer a las personas como un libro, C pensó en ese momento que dicho anciano no era muy dotado ya que el podía leer a las personas como una imagen en cuestión de fracciones de segundo y saber que decir y a que apelar en los demás para conseguir exactamente lo que quería. “Un libro lleva tiempo de leer, una imagen es mejor” pensó y continuó su camino.
Desde los 14 años había desarrollado un sistema para poder tener su propia fuente de ingresos, tomó varias changas fugaces y siempre encontraba la forma de ganarse la confianza de sus jefes y de progresar rápidamente, pero en la visión de C esos eran trabajos insignificantes que no representaban ni un ápice del poder de su inteligencia, siempre supo que su futuro no estaba en ese lugar.
A los 16 años terminó la secundaria rindiendo libre y se anotó en la universidad de negocios, fue entonces cuando decidió mudarse de la casa de toda su vida y tuvo la última conversación con su padre, en la misma su progenitor le reclamaba que lo estaba abandonando como su madre y que era igual a ella, a lo que el respondió que no hacía falta parecerse a su madre para no querer estar viviendo con un inútil como el, que lo único realmente valioso que podría aportar a los demás era su propia muerte, ya que sólo sí dejaría de ser una carga y se fue, pero sin antes dejarle sobre la mesa una hoja de afeitar, mirarlo a los ojos y decirle “hacete este favor”. Nunca volvió a su barrio pero no le importaba saber que fue de él, tenía sus horarios colmados de cosas por hacer y sus objetivos eran muy claros.
Para los 30 años C tenía su propia compañía, era un corredor de bolsa que había salido en varias revistas de negocios cuando su riqueza llego a tal punto que pudo diversificar en otras industrias.
Un día, llegó a su oficina como solía hacerlo, exactamente a las 8 de la mañana, su asistente lo esperaba con el café como le gustaba y un manojo de hojas de notas, le comento que el señor X (quien había sido su jefe en un almacén de sus días de barrio) lo estaba esperando en recepción con un ímpetu insistente y ansioso. C no tenía ningún interés de revivir historia pasada y sabía con seguridad porque el anciano quería hablarle, seguramente vio su nombre en alguna de las revistas que se habían publicado recientemente y por consiguiente su persona había pasado a figurarse como la gallina de los huevos de oro en la mente de ese infeliz tacaño y ambicioso, le pidió a su asistente que le dijese que estaba de viaje y que no volvería por un buen tiempo; y continuó su día sin sorpresas.
Cuando llegó la hora de retirarse agarro su maletín y bajó al estacionamiento del edificio para manejar hacia su casa, pero no estaba sólo, de la nada apareció X pidiéndole unos segundos de su tiempo, le contó que su hijo estaba enfermo y que el tratamiento era muy costoso, también le recordó de las tantas veces que habían jugado a la pelota juntos cuando chicos, le dijo que hace poco vio su nombre en una revista, que había agotado todas las otras opciones y que no estaría allí si puede hacer algo más, “que otra cosa podría decirme” pensó. C le explicó que más allá de la publicidad mediática los tiempo financieros eran difíciles, que el había sido usado como muñeco inspiracional en una economía en decadencia y que la mayoría de los logros que se decían sobre él estaban inflados, que tenía una hipoteca inmensa y que apenas podía mantener a los empleados que trabajaban para él; fue entonces cuando X dijo algo que no esperaba oír: “mi hijo tiene un bebe, su mujer murió dando a luz, se quedaría sin nadie, te lo pido por la memoria de tu padre”, su padre había muerto, era de esperarse, no había una gama de posibilidades mayor en su vida, “con mi mujer siempre pensamos en lo difícil que debe haber sido para vos con 16 años entrar a tu casa y ver toda esa sangre, fue esa la razón por la que huiste, no? Nosotros tratamos de buscarte pero fue como si tu hubiese tragado la tierra. Imagínate ser un bebe como mi nieto y ni siquiera poder tener un padre que te cuide”, C fijo su vista en los ojos de X y con una mirada profundamente empática y comprensiva le dijo ” su nieto tiene abuelos extraordinarios, que priorizan a su familia y negocio por sobré todo lo demás, capaces de cuidar con tanta dedicación de los suyos que están dispuestos a explotar a un chico de 14 años cuando ni siquiera su padre puede cuidar de él, créame no se preocupe por su nieto, el ya es afortunado”, X se quedo estupefacto, contrariado por la naturaleza ambigua del comentario, se había sumergido en un estado de entumecimiento, C continuo “permítame que lo acompañe a la salida”, lo llevó hasta una garita de seguridad en la entrada del edifico y le dijo al guardia “procure que no vuelva a entrar a mi edificio sin autorización por favor” y se regresó por su auto en el garage.
En el camino a su casa imágenes de sangre y violencia no paraban de brotar en su mente, pero estas no le asustaban ni le producían impresión, pensó en las veces que se planteó la posibilidad de ser un cirujano ya que se sabía apto para tal labor y volvió a decirse una frase que lo había acompañado toda su vida “lo que te hace tan especial es que vos sabes de lo que realmente sos capaz cuando la mayoría se miente y se refrena con sentimientos compasivos para poder creerse buenas personas, el héroe y el villano dependen de quien y como cuente la historia”.
Los años pasaron y C pasó a ser un miembro conocido y respetable de la comunidad, se casó con una mujer atractiva que también era independiente y no le interesaba involucrarse por demás en asuntos que no le incumbían; tuvo hijos, una nena y un varón; y hasta sé permitió crear un par de organizaciones caritativas ya que las había encontrado estratégicamente beneficiosas para la publicidad y finanzas de su empresa; pero las imágenes de violencia nunca lo abandonaron, tan presentes estaban que se convirtieron en una especie de recreación imaginaria, después de todo las imágenes estaba ahí, no resultaba para nada útil no sacarles provecho; torturarse, reprimirse o juzgarlas se lo dejaba a la gente débil. Fantaseaba como producir un crimen de esas proporciones y salirse con la suya, que coartadas utilizaría, que herramientas y el lugar más propicio, pero ninguna de sus fantasías tenían el resultado esperado al cien por ciento, ningún crimen era perfecto y por lo consiguiente se aburría del ejercicio hasta que se le ocurría otra posibilidad.
Una mañana de domingo salió a correr por el parque cercano a su casa…
Historia de D
D nació en una familia de clase media, sus padres tenían la capacidad de ser extremadamente cordiales, en la casa no se discutía, no se levantaba la voz, no se hablaba de política, de football, ni de religión.
No fue hasta los 5 años de edad que notó que sus padres no dormían en la misma habitación y recuerda que a los 7 años, espió escondido a sus padres discutiendo, al parecer estaban viendo la posibilidad de separarse según lo que pudo hilar de la conversación, la madre decía que era un insoportable y que tenía derecho a rehacer su vida, el padre le decía que si se iba se quedaba sin nada y que buena suerte con encontrar a alguien que la mantenga como él, especialmente por ser una madre soltera, ella le respondió que igualmente le tendría que pasar una manutención o quedarse con D, después de todo, fue él quien insistió en casarse y conservarlo, que ella nunca se hubiese casado de otra manera, él le dijo que el sentimiento era mutuo y que pensara muy bien si quería seguir con esto porque una vez que llamase a los abogados no había vuelta atrás; en ese momento el silencio se hizo rotundo y vio como su madre se aproximaba a la puerta, pudiendo apenas acurrucarse contra la pared y quedar escondido detrás cuando esta se abrió; nunca más volvió a presenciar una situación similar.
D era introspectivo y nada brillante, combinación que a menudo alertaba a los maestros de su escuela, en más de una ocasión se llamó a sus padres para sugerirles que su hijo necesitaba la atención de un profesional, sugerencia que ellos desechaban minimizando los hechos que le describían.
La adolescencia de D fue solitaria, tuvo un sólo interés romántico pero ningún valor para concretarlo “no soy la clase de chico que podría enamorarla” pensaba todos los días, sus compañeros del colegio ya no hacían un esfuerzo por relacionarse con el, claramente bromear para romper el hielo no daba resultado y poco a poco se ganó la fama del raro de la clase, las chicas cargaban a sus amigas con el cuando querían ofenderlas y los chicos se reían de sus gestos y de la dificultad que tenía para hablar en público.
Para los tiempos en que los profesores ya se habían acostumbrado a su personalidad hubo un incidente atípico que volvió a preocupar a la comunidad educativa, al parecer en la clase de gimnasia le habían pasado la pelota y había perdido una oportunidad de empatar, uno de sus compañeros quedó molesto y mientras estaban preparándose para volver a sus casas le dijo que era más inútil que el hombre invisible y que recuerde ponerse un cartel en la frente con su nombre porque sino ni la madre podría reconocerlo, en ese momento D perdió los estribos, fue corriendo hacia el compañero y lo empujó contra la pared con tal fuerza que le rompió la nariz. Al día siguiente los padres fueron llamados otra vez y quedaron sorprendidos con el relato de la directora, especialmente porque D no les había contado nada al llegar a la casa y se había encerrado en su habitación como hacía siempre, le obligaron a pedir disculpas por su actitud y pagaron las cuentas médicas del compañero en cuestión.
Terminó la secundaria a duras penas y se anotó en la universidad (la cual abandonó a los pocos meses) fue entonces cuando sus padres le dieron un ultimátum, se pararon en la puerta de su habitación y dijeron a unísono “ó estudias, ó trabajas, ó te vas de casa”; D se puso a buscar trabajo, del único lugar que lo llamaron fue de callcenters y pronto estaba trabajando en uno.
Pasaron dos años desde entonces y el hábito repetitivo de las tareas de operador terminaron resultándole cómodas, no era un desastre en eso y la gente lo dejaba en paz. Un día se acercó una supervisora y le dijo “necesito que Z haga sus prácticas con vos, conecta su auricular acá y mostrarle como se atiende. Al finalizar ponete en auxiliar unos minutos entre llamadas así ella puede hacerte preguntas”. D se sintió molesto de que nadie le haya dado la opción de rehusarse pero resoplando conectó el auricular y atendió el teléfono, después de la primera llamada tomo inmediatamente otra, dejando a Z a la mitad de una pregunta, lo mismo volvió a hacer con la siguiente llamada, Z lo miro y expiró una sonrisa nasal, D le respondió una mirada escéptica y continuo con su tarea, no paraba de atender una llamada tras otra, con la esperanza de que salga de Z el pedido de que la cambien de persona, en cambio Z parecía estar divirtiéndose, de vez en cuando soltaba pequeñas risitas que parecían completamente aleatorias, finalmente D perdió la paciencia, le dijo a la persona en el teléfono “me permite ponerlo en espera por un momento” y apretando un botón se dio vuelta y dijo “me querés decir que te causa tanta gracia?”, “nada” respondió Z “es sólo que es más que evidente que te molesta utilizar el sistema de registro de reportes” D se quedó sorprendido, era cierto, era un sistema innecesariamente complicado y cada vez que alguien llamaba, secretamente pedía que no le pidiesen buscar en reportes anteriores, D preguntó “cómo…” sin darle tiempo a terminar Z le dijo ” cada vez que alguien te pide que busques reportes anteriores te rascas la nariz y exhalando decís “cómo no” y lo haces; una y otra vez es lo mismo, no falla y me resulta muy gracioso”, esta vez fue D quien sonrió y rápidamente miró al frente y dijo “bueno, no se lo puede dejar al cliente más de 2 minutos en espera” y volvió a la llamada pero esta vez al final de la misma le dio un tiempo a Z para que haga sus preguntas, al cabo de dos días ambos tenían sus códigos: con un movimiento de cabeza D sabía si Z tenía una pregunta o podía tomar otra llamada inmediatamente, intentó lo mejor posible no rascares la nariz y responder “cómo no” cuando alguien le pedía que busque en el maldito sistema pero a veces se le escapaba un “co…” o amagaba con la mano hacia la nariz, lo cual hacia que se mirasen cómplicemente y sonrieran. Al final de la semana se acercó la supervisora y le preguntó a Z si estaba lista para tomar llamadas sola, ella afirmó con la cabeza y le respondió “fantástico, el lunes empezas sola”. D se sentía molesto nuevamente pero no entendía porque, continuó el resto del día serio y sin ánimos de devolver la sonrisa de Z, al final del día agarró sus cosas y mientras se preparaba para irse Z le dice “con los chicos de capacitación vamos a ir a celebrar a un bar, querés venir?”, “no sé” le dijo D, “tengo cosas que hacer y después de una hora se hace difícil conseguir autobuses”, Z respondió “dale, es una ocasión especial. Yo vivo cerca, de última te quedas en casa”, D tragó saliva preguntándose que había querido decir Z con eso, con una voz se preguntaba “podrá ser que…?” y con otra se respondía de inmediato ” nah, me esta queriendo decir que tiene un sillón re cómodo en el living”, pero lo cierto era que sentía un entusiasmo atípico por ir a esa reunión con muchas personas, sensación a la cual no estaba acostumbrado, “bueno, esta bien” balbuceo y se fueron junto a un grupo de chicos al bar de la esquina.
En medio de tanta conversación D estaba tenso, intentaba participar pero sus comentarios demostraban años de inadaptación social, Z estaba sentada a su lado y lo miraba con ternura, en un momento le pasa un vaso de cerveza y le dice “toma, relajate” mientras sus ojos le sonreían; D nunca había tomado alcohol, para el era una actividad de personas que de hecho tenían amigos y dudo por un segundo, pero no pudo rechazar la oferta, después de todo realmente necesitaba relajarse. La noche duró varias horas, D se sentía más espontáneo y hablador, tenía menos miedo a avergonzarse y Z parecía divertirse con sus comentarios. Cuando todos se dispusieron a volver a sus hogares D se ofreció a acompañar a Z a su casa, al llegar a su casa D le dijo, antes de que Z pudiese decirle algo, que la parada del autobús estaba a cien metros y que a esa hora seguían pasando, que se veían el lunes; la saludó rápidamente y emprendió su camino de regreso.
Las semanas pasaron y Z seguía acercándose a saludarlo y hablar con él, cada vez que el grupo se juntaba en el bar Z lo invitaba y él aceptaba, el grupo ya se había acostumbrado a él, ya sea porque Z les insistiese o porque realmente lo consideraban su amigo era irrelevante para él. Una de esas tantas noches en el bar, Z tomo su mano por debajo de la mesa, fue entonces cuando supo que no podía seguir huyendo por pánico y que esta noche debía hacer algo, con la mano libre que le quedaba se sirvió otra cerveza y la tomo de un saque, entonces Z le susurró “acompáñame a mi casa”, se despidió de todos, recibiendo tonos indiscretos y guiños de ojos mientras lo hacía y ambos se fueron caminando. La noche era silenciosa y cuando Z tomo su mano nuevamente se podía oír su respiración entrecortada por los nervios, al llegar a la puerta Z se dio vuelta y se colgó de su cuello y le dijo “mi compañera de cuarto se fue de vacaciones”, y así fue como D tuvo su primer beso y perdió su virginidad en una noche.
Desde entonces fueron inseparables, pronto D se mudó a vivir con ella y fueron los días más felices de su vida, se dio cuanta de que nunca había sido feliz hasta entonces, le gustaban todos sus detalles, la forma en la que fruncía el ceño cuando quería convencerlo de quedarse en la cama un rato más y luego se acostaba boca abajo y hundía la cabeza en la almohada , como movía los hombros mientras tarareaba las canciones de la radio al preparar el café, la mirada picara que le entregaba cuando ya tenía ganas de irse de una reunión, cada detalle era absolutamente exquisito. Era feliz e incluso había logrado entablar amistad con alguno de los chicos del grupo, contarle alguna que otra cosa de su vida y sentirse en confianza.
Pasaron 6 años y Z estaba trabajando en otra empresa, ya se había recibido de contadora y lo había incentivando a D a que retoma sus estudios en más de una ocasión. D intentó varias veces pero siempre le explicaba que el estudio no era lo suyo.
Una mañana de otoño Z lo espera sentada en la mesita del comedor con el desayuno preparado, pero esta vez la radio estaba apagada “necesitamos hablar”, le dijo, “estoy embarazada, pero no lo voy a conservar” D la miro confuso “lo he sabido desde hace varios días, una semana aproximadamente y tuve este tiempo para preguntarme porque la noticia no me hacía feliz” D se sentó “la verdad es que no nos imagino teniendo un hijo, creo que nuestras vidas están tomando rumbos distintos y tener un hijo lo único que haría sería generar hostilidad en nosotros”, “porqué?” le pregunto D, “porque creo que tenemos una idea muy distinta de lo que queremos para y en una familia, porque si yo me veo obligada a dejar de trabajar no creo que pueda confiar en vos para mantenernos y porque siento que yo seguí madurando mientras vos te quedaste estancado”, D la miró y le dijo afligido “pero y si yo…”, “por favor no me hagas esto” le dijo Z, “no me digas que vas a cambiar, no me mientas, si no encontraste la fuerza para poder superarte por vos o por mi, no lo vas a hacer por alguien más y para entonces ya vamos a tener un hijo y va a ser demasiado tarde. Tengo una amiga que sabe de alguien que me puede ayudar a terminar el embarazo y me voy a quedar con ella unos meses, los suficientes como para que vos puedas encontrar otro lugar y mudarte”; luego sacó un bolso armado de un mueble y le dijo “no creo que vos seas una mala persona D, es sólo que somos distintos” mientras le daba un beso en la mejilla, “espero que no me guardes rencor” y cerró la puerta.
Ese día D aviso al trabajo que estaba enfermo y que no iba a poder ir, se lo pasó llorando, ese y el día siguiente, llorando como nunca antes había llorado, llorando sin poder contenerse, al cabo de tres días regreso al trabajo, con los párpados hinchados y extremadamente callado, hizo su trabajo y volvió a su casa, por una semana intentó esquivar los clasificados, cada vez que intentaba buscar un departamento una angustia incontrolable lo desbordaba, sentía que no podría respirar, que el pecho le oprimía y que en la garganta estaban pasando clavos en lugar de saliva. Decidió pedirle a un amigo que marcase departamentos por él, tuvo que contarle lo que había pasado, este le respondió que se había enterado por Z, que lo iba a ayudar y que la vida continuaba, pero para D la vida no seguía, simplemente era una repetición difícil e insípida que le forzaba sádicamente a sonreír y levantarse.
Al mes y medio se mudó del departamento, Z le había pedido que dejará de llamarla y que le avisase con un amigo cuando estuviese todo listo, la gente del trabajo empezó a preocuparse, D había decidido homenajear sus recuerdos con un vaso de whisky en el desayuno, era lo único que entumecía el dolor, en los cuatro meses siguientes D se presentó tarde, borracho o con un fuerte olor a alcohol todos los días. Fue entonces cuando tuvo el segundo ultimátum de su vida, después de que lo echaran del trabajo y habiendo pedido dinero a los pocos amigos y familiares que le quedaban, ellos decidieron reunirse con él en la casa de uno de ellos; para entonces D ya era considerado un alcohólico y tenía a todos preocupados. Le dijeron que no podían ayudarlo más, a menos que él estuviese dispuesto a ayudarse a sí mismo, habían juntado una serie de folletos de alcohólicos anónimos y le explicaron que la situación había tomado una dimensión desproporcionada, que Z era sólo una mujer, que existen millones de mujeres en el mundo y todos han sido dejados alguna vez, que no era para tanto; pero el sólo podría pensar que ninguna de esas personas en esa habitación había sido verdaderamente feliz, D se paró de la silla y les respondió que si podían minimizar su dolor era porque no lo conocían de verdad, les dijo que no quería verlos nunca más y se fue.
En menos de un mes lo desalojaron, vendió sus pertenencias para poder pagar una pensión y algo para poder ahogar el dolor. Durante esos meses se debatió entre buscar un trabajo o pedir disculpas a sus allegados, pero cada vez que se disponía a levantarse de la cama la angustia lo invadía de nuevo “como puedo pretender que puedo recuperarme? No sé mentir tanto como para fingirlo. Mis amigos van a querer convencerse de que estoy mejor y no se como pretenderlo, finalmente me están viendo como soy de verdad, un inútil. Si no puedo convencer a mis amigos de que estoy bien, como voy a poder hacerlo con alguien de recursos humanos?”.
Al poco tiempo los dueños de la pensión estaban reclamando su segunda paga, un día salió a comprar vino y cuando volvió estaban sus cosas en la puerta de salida, eran las 9 de la noche y trató de negociar su estadía una noche más pero no tuvo éxito, recorrió la ciudad tratando de convencer a algún hotel de que le dejase quedarse por una noche, inventó una historia acerca de que le habían robado la billetera y que para el día siguiente ya tendría dinero, pero nadie le creyó, esa fue su primera noche en la calle.
Desde entonces el banco de un parque se había convertido en su cama, de vez en cuando alguien le tiraba una moneda, para cuando el vino se acabó su mente no podía detenerse, estaba nervioso, ansioso y contaba los centavos para ver si le alcanzaba pero no era así, empezó a mendigar dinero con más frecuencia, tardó dos días en juntar lo suficiente para una botella la cual tomó en menos de dos horas y en esas dos horas no paró de llorar, porque? A esta altura del partido no importaba, lloraba por no poder ser un hombre mejor, por no poder haberle dado a Z lo que quería, por comprobar que los demás tenían razón en que él estaba más allá de la recuperación, lloraba por sí mismo y justificaba su tristeza, sabía que había llegado a un punto sin retorno.
Los siguientes días fueron difíciles, su cuerpo temblaba, todas las luces le resultaban fuertes, le daban dolor de cabeza, los sonidos le ponían nervioso, no dormía desde varios días y lo único que podía pensar era que necesitaba alcohol, entonces la luz del sol proyectó la sobra de una persona que corría a unos pocos metros, D tomó un pedazo de caño estaba tirado y lo metió en su bolsillo, necesitaba dinero…
C y D
C estaba corriendo al borde del parque, cronometraba su tiempo con el reloj que sus hijos le habían regalado el día del padre, mientras lo hacía vio como un sujeto sucio y en con vestimenta roída se le acercaba y de pronto tuvo un destello de genialidad (como él solía llamarles) entendió que la mejor forma de realizar un crimen perfecto se había presentado: su familia aún dormía, los domingos no había seguridad en la zona y fácilmente podía regresar sin que nadie notase su ausencia ya que no sabían que él salía a correr los domingos a la mañana porque era una costumbre relativamente nueva, además solía bañarse y secarse el pelo en el baño de la pileta cubierta para no despertar a su mujer, pero eso no era lo brillante del asunto sino la elección de la víctima, que persona podría despertar menos interés policíaco que un vagabundo? Quien podría extrañarlo? Mientras ideaba la manera en que lo haría, decidió adentrarse en el parque, existía un triángulo de arbustos que tapaban la visión exterior, al llegar allí disminuyó la velocidad hasta que se detuvo y se agachó para estirar las pantorrillas, entonces D se le acercó, estiró su abrigo para que se notase la forma redonda que salía de el y lo apoyó contra el cuello de C, le dijo “dame tu reloj y billetera o te vuelo la cabeza”, C se puso erguido y le dijo “adelante”, D se quedó desconcertado, “saca eso que tenés en el bolsillo, la punta puede parecerse a un arma pero el largo no” D sacó su mano del bolsillo y mientras soltaba el caño se oyó el sonido metálico golpeando sobre unas rocas de alrededor, “perdona, es que estoy desesperado” dijo D, “me imagino, no voy a presentar cargos” le respondió C “no tengo dinero conmigo y el reloj tiene valor sentimental pero a pocos metros de acá tengo mi casa y si me esperas puedo ir a buscar algo de dinero. Yo también vengo de la nada y sé lo difícil que puede ser”, “gracias” le dijo D, pero C continuo, “en el área hay muchos guardias y probablemente te saquen de la zona si te ven dando vueltas, porque no me esperas acá? Es un lugar más tranquilo y podes recostarte sobre estas rocas para que no te vean”, D recordó como unos días atrás un policía le había pedido que dejase el banco libre y lo escoltó hasta los perímetros del parque, por supuesto que el encontró la forma de regresar pero sería una lástima que se pierda esta oportunidad por algo similar, finalmente C le dijo “aparte el día esta tan lindo, si yo pudiese me tiraría a descansar y disfrutar del sol en mi cara, no todos los días podemos dormir con la tranquilidad de que vamos a recibir ayuda y seguro que así la espera se hace más corta”, D pensó que tenía razón, trató de recostarse sobre unas rocas mientras el sol entibiaba su piel y la brisa la refrescaba, empezó a respirar más tranquilo, la ayuda venía en camino y dejó que sus párpados se relajasen hasta tomar un mayor peso sobre sus ojos, se entregó al sueño….
C esperaba impaciente que el tiempo transcurriese, tenía toda la situación planificada en su cabeza, primero se sentaría sobre D inhabilitandole los brazos, con guantes pondría una manos sobre su cabeza, otra en su barbilla y le quebraría el cuello, después le removería una zapatilla y dejaría una huella corrida en el suelo a la distancia adecuada de su pie, para simular que se resbaló, luego le pondría nuevamente la zapatilla y acomodaría la posición de la roca y el cuello para que calcen, volvería a su casa, quemaría los guantes, se daría un baño en la ducha de la pileta y se secaría el pelo, para terminar se pondría su piyama y se recostaría con su esposa.
D sintió un peso que lo despertó, al abrir los ojos C estaba sentado sobre él y sus piernas le inmovilizaban los brazos, apenas alcanzó a entender lo que pasaba cuando C intentó agarrarle la cabeza, casi sin pensarlo D sacudió el cuello imposibilitando que C pudiese tomarlo firmemente, sólo logró arrancarle unos pocos pelos, y comenzó a forcejear para ver si podía liberarse y entre los movimientos encontró el caño que había usado como amenaza anteriormente, tomó el caño y lo clavó en C con todas sus fuerzas, al ver que se debilitaba con el dolor, D aprovechó esa ventana de oportunidad para arrojarlo contra el piso y este no volvió a levantarse, sin darse cuenta D había tirado a C sobre el filo de una roca y se podía ver un hilo rojo saliendo de su cabeza. Apurado y sin mirar atrás D abandonó ese horrible lugar.
A los pocos días D fue encontrado en una calle céntrica, un policía lo había visto merodeando la escena del crimen días anteriores y, dado que C quedo sosteniendo pelos ajenos en su mano, tenían una forma de descartar sospechosos; pero a D no lo descartaron, sus huellas estaban en el cilindro metálico y su pelo coincidía. D trato de explicar a la policía, a los periodistas y al público que fue en defensa propia pero nadie le creyó. Al poco tiempo D fue sentenciado a muerte, un grupo de ciudadanos en luto por la muerte de C vitoreaban que finalmente se había hecho justicia, que nunca más iban a permitir que esas lacras de la sociedad les arrebaten hombres nobles y trabajadores, y que ciertas personas no merecen más que la muerte.
Fue así como la vida de D dejó de existir, a diferencia de otros alcohólicos callejeros, su muerte no pasó desapercibida, pero esta vez no era a él a quien miraban, esta vez las personas lo veían peor de lo que era, una idea que jamás creyó posible.
Tal vez pueda parecerles un relato innecesariamente complejo u oscuro, quería contar una historia en la que no fuese fácil empalizar con los personajes y que no hubiese culpables claros e indiscutibles, donde quien es modelo social a seguir no fuese tan admirable, y a quien solemos considerar como negligente y cómodo no fuese tan despreciable tampoco (o tal vez en comparación), donde las personas no sean miradas desde un solo lugar y en función de algo, sino también como la sumatoria de sucesos y circunstancias, donde podamos reconocer la naturaleza humana incluso en los extremos.